viernes, 9 de abril de 2010

DUKE ELLINGTON: El Jazz tiene un Duke.


Edward Kennedy Ellington nació en Washington el 29 de abril de 1899 en el seno de una familia negra pequeño burguesa (tener trabajo estable ya significaba entrar en esa categoría). El abuelo de Ellington había sido esclavo en Carolina del Norte y había logrado su libertad antes de trasladarse a Washington, núcleo que en aquel momento reunía al mayor número de familias acomodadas de raza negra. A diferencia de muchos otros artistas negros de los primeros días del jazz, Ellington no pasó necesidades ni vivió una infancia precaria o tormentosa. Al contrario, recibió una esmerada educación. A la edad de siete años comenzó el estudio del piano y posteriormente entró en la escuela de artes decorativas.

Ya en ese momento sus compañeros le apodaban Duke por su exquisita forma de vestir y sus modales extremadamente educados.

En un primer momento el interés de Duke Ellington no se centró en el piano sino en el deporte, pero cambió cuando se dio cuenta, según sus propias palabras, de que “cuando comenzabas a tocar el piano siempre tenias a una chica guapa apoyada en un extremo escuchando”. Sea por la razón que fuera, lo cierto es que una vez tomada la decisión, Ellington asumió todas sus consecuencias y se dedicó en cuerpo y alma al estudio de la música. Hasta el punto de rechazar una beca de la National Association for the Advancement of Coloured People para estudiar diseño industrial en la escuela más prestigiosa de Brooklyn. Ellington cambió el diseño industrial por el rag time, y el mundo nunca se lo agradecerá lo suficiente.

En Washington comenzó una modesta carrera de pianista acompañante de bailes y variedades o como animador de fiestas privadas (los entonces populares rent parties). Eso sí, el trabajo como pianista no daba para vivir y Ellington tenía que compaginar esas actividades con otro trabajo como camarero. Tal vez fuera por ello que su primera composición se titulara “Soda Fountain Rag”.

A principios de los años `20 se instaló en el barrio de Harlem, en Nueva York, donde en 1923, fundó su primera banda, los “Washingtonians”, y comenzó a tocar de forma estable en el club Kentucky, al parecer en ese club conoció al mítico trompetista, padre de todo el jazz clásico, King Oliver, quién ya impresionado por las maneras tan elegantes del joven le recomendó para entrar en la plantilla del local más importante de la ciudad: el Cotton Club. En ese histórico club de Harlem fue donde Ellington comenzó a cimentar su fama.

El Cotton Club en esa época estaba dirigido por un conocido Gangster, Owney Maden y contaba con una muy distinguida clientela del mundo intelectual y de una refinada alta sociedad. En ese caldo de cultivo fue donde Ellington empezó a desarrollar el estilo jungle, que tanto caracterizaría sus primeras grabaciones.

Duke Ellington permaneció cuatro años como cabeza de cartel del Cotton Club, entró en 1927 prácticamente como un desconocido y abandonó el local en 1931 como una estrella tremendamente popular en ambientes incluso alejados del jazz. La orquesta comenzó a realizar giras por todo EEUU y en 1934 actuó por primera vez en Europa. La orquesta de Duke Ellington fue la primera que, para evitar los frecuentes problemas raciales en sus giras por el sur de su país, viajaba en un tren exclusivo alquilado especialmente para ellos.

El estilo de Duke Ellington, el de trabajar para cada solista en concreto y crear con esos retazos un puzzle de una intensidad inaudita, se solidificó en la década de los `40. En ese momento la orquesta contaba ya con algunos de sus mejores solistas fieles al Duke. A pesar de ese enriquecimiento musical, las grabaciones de la época no son todavía un espejo de la realidad ya que, el estar constreñidas a los tres minutos y medio que cabían en una cara de un disco de piedra de 78 rpm, no dejaban espacio para excesivos desarrollos ni orquestales ni de los solistas. A pesar de ello, o tal vez gracias a ello, la escritura de Ellington fue haciéndose cada vez más condensada y rica. La “Creole Rhapsody”, creada en 1931, es el primer ejemplo y uno de los más claros de esa concisión de la escritura de Ellington para conseguir meter en el espacio de un disco de piedra (en este caso en sus dos caras) todo un concierto para solistas y orquesta.

Ya en la década de 1940, Ellington comenzó a trabajar en otra de las facetas más interesantes de su arte musical: las Suites Conceptuales, en las que establecía un sólido puente entre la tradición de la composición clásica y la extraversión del jazz. La primera de ellas, y todavía una de las mejores, fue “Black, Brown and Beige”, escrita en 1941 y dedicada a la evolución del pueblo afroamericano. Ellington grabaría en diversas ocasiones esa suite, que, con la llegada del LP y la posibilidad de aumentar las duraciones de las tomas, se convertiría en una obra maestra incontestable.

Otras suites escritas e interpretadas por Ellington fueron: “Such Sweet Thunder” (1957), “The Queen´s Suite” (1957), “Far East Suite” (1966), “New Orleans Suite”(1970) o la “Afro-Euroasian Eclipse (1971).

En 1951 varios de los puntales de su orquesta decidieron seguir su propio camino, y Ellington pasó por un periodo de inactividad que se rompió con su exitosa y recordada actuación en el Festival de Jazz de Newport de 1956. Durante toda esa década mantuvo su orquesta a flote combinando esa actividad de actuaciones al lado de otros grandes, especialmente de Ella Fitzgerald y Frank Sinatra, o de jóvenes rompedores como Charles Mingus y Max Roach (su histórico trio Money Jungle es unánimemente considerado como una obra maestra del género) o John Coltrane (su disco conjunto para Impulse! Es otro monumento histórico). Incluso llegó a realizar magníficos arreglos de obras de The Beatles, volviendo a poner sobre el tapete aquello de que no existen los estilos y sólo existen dos clases de música: la buena y la mala.

Duke Ellington se mantuvo en activo y en la primera línea hasta el mismo día de su muerte, que aconteció el 24 de mayo de 1974 en Nueva York a consecuencia de un cáncer hepático. La Catedral neoyorquina de San Juan el Divino se quedó pequeña para sus funerales, cientos de personas permanecieron en la calle velando su cuerpo.

Una vida, personal y musical, marcada por una de las frases más célebres de la historia del jazz, en realidad una de las frases que enmarcan el jazz como tal, y que procede de una de las composiciones más populares de Duke Ellington: “It Don`t Mean a Thing if it Ain`t got That Swing”, que podriamos traducir libremente por, “No vale nada si no tiene swing”.








Larga Vida al Jazz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario