
En los años 40 sintió la necesidad de la urbe y se afincó en Houston, donde empezó a ganarse la vida como músico de tabernas, sobre todo en la calle Dowling. Fueron los años en que el blues se convertía en una música casi exclusivamente masculina, el vehículo de los cantantes urbanos, de las jump bands y de una nueva generación de cantantes - guitarristas del Sur.

En 1946 Hopkins viajó a los Angeles para tocar con el pianista Wilson Thunder Smith, que fue quien le puso el apodo de "Lightnin". El triunfador de esas grabaciones fue Hopkins, eclipsando al líder. Hopkins era un compositor espontáneo, alguien que podía inventar canciones con naturalidad y sin cansarse ni repetirse. Sus letras hacían comentarios sobre la gente y el mundo, a menudo en tono irónico cuando no sarcástico. A partir de esas grabaciones con Thunder grabó a su nombre más de doscientos títulos en los siguientes seis años. Su carrera tuvo descanso a mediados de la década de los cincuenta, pero hacia finales de la misma los estudiosos del blues lo localizaron y recuperaron para la industria discográfica: con total felicidad se dedicaba a cantar en fiestas campestres y bares de Texas.

En los años 60 comenzó a grabar álbums a un ritmo frenético, contribuyendo con ello al resurgimiento del blues y su difusión fuera de los ámbitos naturales o folklóricos. "Lightnin" hacía giras por todo el mundo, pero nunca dejó de actuar en los más modestos locales de la calle Dowling, como en sus inicios. Entre sus mejores grabaciones figuran: "The Blues" en 1962, "The Sun's Gonna Shine" en 1967 y "The Blues According to Lightni'n Hopkins" en 1970. Murió en 1982, habiendo dejado tras de sí una gran herencia estilística y una música propia documentada en centenares de grabaciones.
Larga Vida al Blues.
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